A la próxima invito yo

Mari: ..a algo grande, a una cena, a unas vacaciones, a algo grande. Ya está bien de tantas pamplinas! a gambas, a jamón, a cava…anda ya! Yo quiero que me toque la lotería pa gastarme hasta las suelas de los zapatos» 

Y las dos se parten de risa.

Mari: Échate pa’llá que me estás pinchando con los pelos de las piernas.

Carmen: Pues invítame a la láser!

Se parten de risa, de nuevo.

Mari: Lo ves! Si me tocara la lotería, no cambiaría esta cama por una mayor porque ese roce ha hecho nuestro cariño.

Carmen: Yo también, te quiero, amiga…Qué peste!! Guarra!!! 

Otra vez

Huele a mañana

Llegamos a las 8am para montar, ya estaban los técnicos preparando todo para nuestras indicaciones. Qué suerte que el primer contacto con el personal del teatro sea bueno, amable y dispuestos a facilitar el trabajo. A las 9’40am ya estábamos con todo listo y salimos Noelia y yo a desayunar.
-Ay, Noe, cómo huele! Huele a mañana! A pan tostado, a miel, a café. Yo quiero una tostada con mantequilla y miel

-Yo también, amiga!

Lástima que no le hiciera una foto a esa tostada infinita que se salía del plato. Y como estábamos en Corrales (Huelva) también olía a chocos. Estaban haciendo papas con choco y si no hubiera acabado de desayunar me habría pedido una tapita, del aroma tan bueno que dejaba.

Nos fuimos al teatro, a las 12pm llegaban chicas y chicos de 4° de E.S.O. y 1° de bachillerato, íbamos a hacer una representación de teatro foro, teníamos que calentar para estar con energía 10, despiertas al máximo, cuerpo y mente, el público se adivinaba duro…no fue duro, dales un juego y hazles protagonístas del mismo y deja que se te pongan los vellos de punta. En el patio de butacas, maestros, alcaldesa, delegada de igualdad, concejalas…con caras de satisfacción y sorpresa. Las aportaciones de los jóvenes y las jóvenes aljaraqueños y aljaraqueñas eran, sin duda, un bien para la comunidad, supieron transformar las situaciones de micromachismos que planteamos, dejaron ver de una manera elocuente, que no estaban de acuerdo con ello, pudimos quedarnos muy satisfechas con lo sucedido esa mañana de un martes de marzo. También, en ese momento, comprobamos, que huele a mañana y ese mañana, huele bien.

Aunque tu no lo sepas

Todas las cosas juntas, la cobardía, el sueño, la nostalgia, lo que vuelve a la orilla después de los naufragios y no la oscuridad, sino esas horas que convierten las calles en decorados públicos para el privado amor sobre el cristal celeste de los escaparates.

Sólo la lluvia olvida mentiras de charol sobre las calles y un amor diminuto en cada esquina para el labio que aprende su canción.

Como el primer cigarro, los primeros abrazos. Tú tenías una pequeña estrella de papel brillante sobre el pómulo y ocupabas la escena marginal donde las fiestas juntan la soledad, la música o el deseo apacible de un regreso en común, casi siempre más tarde. Noches de rock, sin prisas, a las afueras, y un patio oscuro donde maduran los deseos, donde las cazadoras de cuero se confunden al olor de la vida. Sentir sobre el escote cómo arden los focos…dos minutos ahora para salir a escena. Aunque tu no lo sepas, no es el amor quien habla, soy yo que necesito vivir en la distancia de tu nombre, para saber que existes, para saber que existes, aunque sea tan lejos.

Porque sé que los sueños se corrompen he dejado los sueños. Allí, rozados por el agua.

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Un texto creado a partir de fragmentos de estos poemas de Luis García Montero: LOS AUTOMÓVILES, PARA PONERNOS NOMBRE (1941), (Diario cómplice. Libro I. III, XVI) «El insomnio de Jovellanos», NUEVO CANTO A TERESA

Ya sea 8 de marzo o 14 de abril

Yo no me levanto un 8 de marzo y siento que sea diferente a otros días, ni me pongo los tacones y voy a luchar, no lucho. No me sale felicitar a la mujer, especialmente hoy. No necesito un día para reafirmarme.
Cada día me levanto y trato de hacer todo lo que tengo que hacer, con colaboración o sin ella, voy consiguiendo cumplir con todo lo que me propongo y también atiendo a lo que no estaba previsto pero que surge y hay que hacer. Como mujer me siento muy afortunada de serlo y si hay hombres que necesitan marcar la diferencia, es porque algo no han aprendido o porque algo les falta, llamémoslo honestidad, respeto, humildad, corazón…
Ojalá llegue la normalidad, ojalá no tengamos que celebrar nada, ojalá nadie se crea superior a nadie y no sienta la ira que le lleve a matar a mujeres que no les pertencen. No pertenecemos a nadie más que a nosotras mismas. No quiero que nadie me diga qué tengo que hacer hoy, quiero seguir mi vida, la cual comprometo con la igualdad, con el valor, con la tenacidad y con el amor. Mucho amor para seguir creciendo. Mujeres y hombres, niñas y niños, hoy 8 de marzo y todos los días, os deseo, feliz vida.

Iguales

Como gemelos de una camisa.
Como renglones de un cuaderno de rayas.
Como camisa de mil rayas.
Como bastoncillos de las orejas.
Como cacas de palomas.
Como soldados de la guardia real británica.
Como dos gotas de agua.
Como las estampitas del sagrado corazón de Jesús que repartían de pequeñas a sus familias, iguales. Iguales eran las clases, las pizarras, las puertas, las faldas de verano y los pichis de invierno, los mocasines azul marino, los crucifijos en las paredes, los cuadros del rey, las ventanas… pero no lo que por ellas se veía. Tras esas ventanas podía imaginarse, qué estaría haciendo el hermano de María García, su clase estaba en el colegio de enfrente y la clase de Sergio coincidía en altura con la suya. Por la ventana volaban los avioncitos papel con notitas, muchas veces fueron pillados por las maestras y muchas veces firmaron quejas al ayuntamiento por disponer tan cerca, un colegio de niños de otro de niñas. No se consiguió nunca nada y para el colegio, es una desgracia, porque así, lo único que se consigue es que un niño y una niña acaben jugando juntos al salir del cole, que mezclen gustos, opinen sobre un mismo tema y puedan llegar a pensar que el ser humano tenga capacidad de decisión sobre lo que quiera ser, sin necesariamente ser, políticamente correcto.
Hay un oscuro surco en el camino y es el rastro que ha dejado la historia de nuestra educación cristiana, los niños con los niños y las niñas con las niñas y todo lo que ello conlleva. Menos mal que eso fue antes, que hemos evolucionado y eso ya no sucede, no?

Ella era perfecta

Tan inmensa en dimensiones
que pareciera inalcanzable.
El corazón se desbordó,
Las manos ardieron.
Los pies como raices.
Los ojos en el horizonte,
pisando la arena hasta donde puede. La fuerza la lleva más adentro que en sus piernas,al mar es difícil llegar. Da igual, ella lo siente en ese instante como cuando sus pies jóvenes, delgados, fuertes, bronceados, pisaban la misma arena, la misma playa en la que ella siempre era perfecta

Y sonó la campana…

  • Este señor, que aquí os presento, se inventó aquello de…«que miente más que parpadea…», «tú lo que quieres es que te coma el tigre» … hasta el momento todo había sido un «sube que te llevo»  y ahora le nombran guionista de un programa televisivo de monólogos, su chascarrillo interno no es el mismo. Quedarse en blanco en directo y perderse en el plató ha bastado para que le propongan pasar al equipo de redacción, junto a tres jóvenes, tres jóvenes y un carca, él, un carca con talento pero…un carca, al fin y al cabo. Antes, nunca se hubiera quedado callado, se habría inventado cualquier cosa para salir del paso, y con brillantez, pero quedaban atrás esos momentos, en los que Anibal recibía un gran aplauso cuando llegaba su asalto, con todo preparado, un cuadrilátero en el plató, los focos, su entrenador…a propósito, ¿A quién entrenaría ahora su entrenador, Max? Daisy lo recoge como cada día de casa para ir al plató, hoy va directamente a las oficinas de la primera planta, junto a la mesa de reuniones hay un ventanal que da al plató, se sienta para su primera reunión como guionista, guionista a sus 71 años; exponen la temática y hay unos minutos de silencio, los jóvenes no se atreven a aportar nada, están fascinados con la presencia de Anibal, quien se pone en pie y mientras observa la escena del ring por el ventanal, dice:  «y sonó la campana, y decido que, entre claudicar y soñar, prefiero seguir soñando a ser un viejo que trata de ser cuerdo. Ese muchacho al que Max acerca al ring, voy a ser yo, me voy a hacer a mi medida, vuelvo a los 24, ¿Quién dijo miedo? Y cuando no me acuerde de dónde estoy, por favor, que suene la campana. Espero que me tengáis paciencia y que seáis geniales para poder disfrutar de vuestra creatividad hasta el fin de mi memoria». -Maestro, no diga eso, usted tiene más que aportar que ninguno de los que estamos aquí. -Y dónde estamos, niñita? El compañero hizo sonar la campana.

    El beso II

    Hizo falta dieciséis años y una endodoncia para entender que el primer beso está sobrevalorado. No supo renunciar al encuentro después de que le dieran cita en el dentista para aquél mismo día, fecha que tenía marcada en su calendario con un corazón del que salían chiribitas, las mismas que salían de sus ojos desde que entró en ese estado de sonrisa permanente, de levitadas caminadas y agilidad chisposa.

    Hora de la cita dental, 18’30h. Hora de la cita del deseo, 20h. Duración de la endodoncia, una hora. Inyecciones de anestesia, tres. Posibilidad de hablar sin que la boca se le torciera, cero. Sensibilidad en el lado izquierdo y parte del derecho de su boca, nula.

    Demasiado tarde para llamar y decirle que no iba a ser posible, pero lo iba a hacer, prefería cancelar la cita a estar aparentando que no sucedía nada cuando, al hablar con la enfermera, parecía que se hubiera tomado más de tres tequilas. 

    Salió de la consulta con su carpeta de apuntes de química y varios libros que había sacado de la biblioteca. Todo se le cayó al suelo, cuando lo recogió, se levantó y, no podía ser verdad, él estaba delante de ella, muy cerca, y mientras ella secaba con su mano la comisura de los labios llenos de saliva, él la besó. Le pareció eterno, no sintió nada, tan sólo una incómoda sensación que hasta hoy, recuerda como el peor beso de su vida. Afortunadamente, quedaban muchos más por llegar.

    El beso I

    ​El otro día, después de terminar una de la funciones de Antoñita que Lola vino a ver, nos recogió Benito cuando salió del Teatro Alameda y fuimos a cenar a la Mia Tana, un restaurante italiano situado en la Alfalfa, al salir, pasamos por la puerta del mítico Berlín y Benito le contó a Lola que en ese bar nos dimos nuestro primer beso. Hace catorce años desde que eso sucedió. Hoy lo comparto recordando cómo los ojos de Lola se clavaban en ese bar y después de su sorpresa, comenzó, entre una sonrisa pícara y vergonzosa, una retahíla de preguntas…

    -Y estábais solos? 

    -No, con muchos amigos que conoces, María, Josu, Estrella, Pedrito…

    – Y cómo fue?

    – Muy bonito, nos miramos a los ojos y…

    – Y había música?

    – Sí!

    Sonrió y continuamos el camino los tres de la mano.